Semana Santa es una época que nos permite muchas reflexiones: la del amor, la amistad, la traición, la muerte, el miedo, lo perecedero del cuerpo y la fuerza del alma que perdura. El mensaje de la Pasión de Cristo, siempre indescifrable por sus infinitos significados, tiene momentos en los que hoy vale detenerse a meditar.
La Oración en el Huerto, donde "el presentimiento de amarguras infinitas" le duele a nuestro Señor incluso más que los posteriores padecimientos del cuerpo, nos habla de la voluntad, la entereza, y de la fe. La Oración en el Huerto es la confrontación del miedo, y la voluntad de enfrentar aun lo que es imposible soportar. Es al mismo tiempo, la fe en Dios, que suspende el juicio y solo espera en su Voluntad. Es lo humano de un Dios que conoce las oquedades del abismo y en un acto de infinito amor es capaz de dejarse caer, porque conoce también Dios, la luz que viene después. Dios que no deja caer, sucumbir o perecer; siempre tiene la mano tendida. La Semana Santa reúne los peores padecimientos del hombre, físicos y psíquicos, pero termina con la resurrección. El sentido de que todo se puede vencer, de que los caminos por escarpados que sean, aunque las espinas asechen en todos los costados, se llega a un valle donde las aguas son mansas, la luz es dulce y el viento nos acaricia con sutileza.
La Semana Santa también dio lugar a festejos que hoy tienen además del valor religioso, la fuerza de crear cohesión social. La tradición de las procesiones de Semana Santa en Popayán es la expresión genuina de la devoción y, al mismo tiempo, la construcción de una identidad cultural de la ciudad. Representa la fusión de lo que habiendo llegado de España se apropia y se convierte en un sentimiento propio e íntimo de la América mestiza. Las procesiones son como la vida, parecen largas pero pasan rápidamente, hay que aguantar el peso que tan pronto acaba ya se extraña, y son bellas en rememorar lo que es triste.
El enorme esfuerzo de varias generaciones de popayanejos para preservarla merece ser exaltada. Como este año debemos celebrar el esfuerzo de un grupo de patojos liderado por Luis Eduardo Ayerbe para recuperar la tradición del Lunes Santo y hacerlo vinculando nuevos sectores de la ciudad. Estimular la inclusión de nuevos jóvenes, gentes de los pueblos del Cauca que ahora viven en Popayán. La nueva Procesión es una expresión de que las tradiciones están vivas, que se mueven en el delicado equilibrio entre lo que debe preservarse y todo aquello que puede crecer y cambiar y sin embargo, conservar la esencia.
Sea esta Semana Santa una ocasión más para pedirle a Dios que ilumine los sinuosos caminos de nuestra Colombia. Que apague los odios en las almas, nos de fuerza para defender lo que es justo, entereza para sortear los malos momentos, fuerza para continuar a pesar de las adversidades y un corazón donde la fe en el futuro crezca. Colombia, más que nunca, necesita creer en que las cosas serán mejores.