El reciente asesinato del Dr. Velásquez y de su novia Astrid Sofía Riascos, cometido por una persona cercana a ellos, y la manera sobre cómo ocurrieron los hechos, es un estremecedor suceso que nos conmueve y alarma sobre cómo las diferentes formas de violencia atraviesan nuestra sociedad.
Este acto brutal no solo nos sacude por su crueldad, sino que nos obliga a reflexionar sobre la creciente inseguridad y violencia que enfrentamos a diario en Colombia. Esta tragedia es parte de un panorama más amplio de violencia e inseguridad, que está afectando a nuestras comunidades, familias, niños y jóvenes de manera alarmante.
Es crucial reconocer que la violencia intrafamiliar, que ha aumentado significativamente, de acuerdo con datos oficiales, también es un reflejo de la incapacidad para manejar conflictos y emociones de manera propositiva. La inadecuada gestión de emociones, junto con procesos de tensión acumulada, puede llevar a actos de agresión que, resultan en tragedias como el asesinato de Dr. Velásquez y Astrid Sofía.
Esta violencia interna es un indicador alarmante de la salud mental y emocional de nuestra sociedad. Además, la violencia intrafamiliar es, con frecuencia, una precursora de otros tipos de violencia. Quienes crecen o viven en entornos en donde la violencia es la forma de resolver conflictos, probablemente van a recurrir a la violencia en otras áreas de sus vidas.
La inseguridad en Colombia no se limita a los delitos callejeros o a la delincuencia organizada; también incluye la violencia que ocurre detrás de puertas para adentro. Esta violencia es muy preocupante porque tiene el riesgo de perpetuarse entre las familias, creando un ciclo de agresión y sufrimiento.
Para abordar esta crisis de violencia es fundamental que como sociedad implementemos estrategias integrales que incluyan la prevención y la intervención. Fortalecer los servicios de salud mental, promover la educación emocional y la resolución pacífica de conflictos, y crear redes de apoyo comunitario son pasos esenciales para reducir la violencia intrafamiliar y, por ende, la violencia en general.
Es crucial para el país, que mientras se resuelve el problema nacional de la salud, con la reforma en trámite, los mandatarios locales y regionales aborden el diseño de estrategias locales para abordar acciones de convivencia pacífica y solución de conflictos.
Cada persona debe ser consciente de lo más esencial: Nadie tiene por qué acabar con la vida de otro. Es de nuestra responsabilidad colectiva trabajar para crear una sociedad donde cada individuo sea valorado y respetado en su vida e integridad.
La inseguridad y la violencia que enfrentamos no solo se combaten con más presencia policial o medidas punitivas, sino simultáneamente trabajando en acciones innovadoras y trasformadoras, con un enfoque integral que aborde las causas más profundas de la violencia. Por ejemplo, desde el sector educativo, hoy se promueve la gestión emocional para niños y adolescentes, pero definitivamente, urge ampliar el abordaje de manera decidida, a las personas adultas, a las familias y a la población en general.
La relación entre la violencia individual, violencia intrafamiliar y la inseguridad generalizada en Colombia es innegable. El asesinato del Dr. Velásquez y Astrid Sofía, es un acto de violencia que no solo ha afectado directamente a las víctimas y sus familias, sino que ha generado un entorno de miedo y estupor al conocer los detalles de la confesión del homicida. Al honrar la memoria de las víctimas, reflexionemos de manera individual y colectiva, sobre cómo podemos aportar en fomentar una cultura de paz y respeto por la vida humana.