Las dictaduras del siglo XXI no se han instaurado mediante golpes de Estado o maniobras de militares, sino a través del triunfo electoral de líderes populistas que una vez acceden al poder acaban con la institucionalidad y la independencia de poderes. Los discursos de campaña de Chávez, Correa y Morales escondieron sus verdaderas intenciones y aprovecharon un ambiente de pesimismo y desconfianza para hacerse elegir. Una vez en el poder acabaron con la propiedad privada, desincentivaron la creación de empresa y restringieron las libertades y derechos de sus ciudadanos.
Colombia no es ajena a este riesgo, varios candidatos promueven esas ideas. Aprovechan el descontento social, 76% de los ciudadanos cree que las cosas van por mal camino. Este es un país abandonado por el desgobierno de ocho años que prefirió sentarse en La Habana a complacer a un grupo terrorista y criminal, que a resolver y escuchar las necesidades de sus ciudadanos. Dilapidó la bonanza petrolera, destruyó la credibilidad institucional; todo se lo gastó en complacer la politiquería corrupta con la no tan dulce mermelada.
En este terrero desértico es muy fácil prometer subsidios para todos, tierra para todos, asegurar que superará la pobreza y la inequidad en un solo golpe. Sencillo promover el mensaje de la lucha de clases, del odio a los ricos, tildándolos como culpables de la pobreza de los otros. La teoría de la conspiración de unos en contra de otros cala entre la población hastiada de la corrupción de la politiquería.
Petro crece apoyado en su discurso. No tiene nada más. Su administración como Alcalde de Bogotá fue muestra de su ineptitud como gobernante. Bogotá fue su víctima. Petro cambió de manera autoritaria e ilegal el sistema de basuras y generó una bomba que acaba de explotar. La ciudad debió pagar multas por más de $90 mil millones. El exalcalde también provocó una crisis financiera del sistema de Transmilenio. Todos sus fracasos de los adjudicó a los otros, “los que no lo dejan gobernar”. Y sigue diciendo que con más poder logrará algo. No es así, basta ver la experiencia vecina.
Tengo, como muchos, la esperanza puesta en la nueva generación heredera de los “tres huevitos” que tanto bien hicieron. La seguridad democrática, necesidad implantarse nuevamente y avanzar para la consolidación de la cultura de legalidad. La confianza a los inversionistas debe regresar y conquistar el éxito de los emprendimientos colombianos. La cohesión social ha de ser capaz de llevarnos a la equidad. Con estos tres pilares ya probados como efectivos, enfrentamos el discurso populista.
Nosotros no somos ni representamos la política corrompida de Santos. Iván Duque representa la posibilidad de que una nueva generación sin vicios, formada, con ideas y sin deudas políticas pueda empezar a gobernar. Nuestra idea de gobierno es otra. Responsable y posible. Ajustada a la ley y sin promover odios en la sociedad. No es la expropiación de la riqueza y la asfixia de la clase productiva; la nuestra es la creación de nueva riqueza, la de la confianza inversionista, la que promueve el emprendimiento y le da apoyo al colombiano que quiere hacer las cosas bien.
Hoy el 73% de la población de Colombia es menor a 45 años, y queremos recibir la posta. Colombia debe darle la oportunidad a los jóvenes de conducir está nación: Iván Duque debe ser nuestro presidente.