Parece confirmarse la percepción de pérdida de interés de la ciudadanía por las coaliciones que se presentarán en las consultas del 13 de marzo. La del Pacto Histórico, con vencedor incuestionable, solo pretende recaudar financiación para la candidatura presidencial de su mesías. Las de Centro Esperanza y Equipo Colombia se han estancado en los vericuetos de la mecánica política, con sus riñas de siempre y sus egoístas exclusiones que las han privado de aliento y mensaje para un electorado escéptico sobre el futuro del país. La primera, con dificultades para encarnar renovación con actores participes de muchas de las incongruencias y yerros del pasado, se redujo a una competencia eliminatoria en la que empieza a prevalecer Ingrid Betancur mediante apariciones estratégicas y ejecutorias medidas en el tiempo y con objetivos precisos.
Llegó primero para ayudar a mediar en las diferencias y facilitar unidad en el candente y explosivo ambiente de las aspiraciones de sus integrantes, asumiendo vocería, propiciando tranquilidad y repartiendo avales, para luego sorprender con su candidatura, y posteriormente entronizarse como la campeona y guardiana de los principios que sustentan las exclusiones de los aliados que le molestan. Con ello espantó la esperanza, si es que ella alguna vez merodeo por esos lares.
En el Equipo Colombia, los vetos se hicieron a ritmo de salsa, lo que desdice de la experiencia que se reclamaba como bandera y siembra inquietudes sobre las lealtades en su seno. Todo ello sugiere que la angustia para los eventuales vencedores de las maltrechas consultas se materialice en la atroz pesadilla de que un pobre resultado electoral ponga fin a tan ansiada aspiración de dirigir los destinos de Colombia.
Esos deleznables comportamientos pueden trasladar el interés ciudadano hacia la primera vuelta, abriendo mayores espacios para los candidatos que prefirieron, o se vieron abocados por exclusión, para disfrutar de mayor tiempo para elaborar y pulir sus propuestas y someterse al veredicto de las urnas en el mes de mayo. Rodolfo Hernández ha venido creciendo en las encuestas con un mensaje sencillo pero potente que logra conectar con amplios sectores que ven en la corrupción el mal endémico del país, prédica que se extiende silenciosa pero continuamente por las regiones, como lo sugiere el examen cuidadoso de las encuestas y podría alcanzarle para superar la primera vuelta.
Oscar Iván Zuluaga, muy probablemente sumará a la votación de su partido la de un amplio sector preocupado por el posible advenimiento al poder del mesías criollo de la izquierda radical. Luis Gilberto Murillo encarna al país que procuramos construir, la voz de la Colombia profunda y sus poblaciones olvidadas, la esperanza de cerrar las brechas de la desigualdad que permita unir y potenciar la riqueza de la diversidad de la población colombiana, a la vez caribe, pacífica, andina, llanera y amazónica, única en las Américas. A ellos, se sumarán Petro y probablemente los náufragos de las consultas con apoyos del partido liberal y de cambio radical. La segunda vuelta favorecerá a quien mejor incorpore las aspiraciones que nos mueven y las realidades que anhelamos.