“Castrochavismo no es un invento para atemorizar”
A una semana de las elecciones de Congreso y de escogencia de candidatos de la izquierda y del centroderecha crece la inquietud de los colombianos por los oscuros escenarios que se viven.
Paz y prosperidad que debían albergar un nuevo país, son hoy mera quimera ante la violencia, el reinado del delito, la intensa corrupción y la catastrófica situación económica de las ciudadanos de a pie, de los comerciantes y del sector productivo de la nación. La paz no implicó el silencio de las armas. Por el contrario, se fortaleció el Eln y se reactivaron las Farc, mediante disidencias cada día más poderosas en hombres y pertrechos, por obra de la continuidad de sus actividades de narcotráfico. Junto con el Clan del Golfo y otras organizaciones semejantes, son dueños del Pacífico colombiano y socios de los poderosos carteles mejicanos de la droga. Imponen su macabra ley a sangre y fuego sin que la Fuerza Pública, reconvertida a un imaginario posconflicto, conserve doctrina y aliento para el cumplimiento de su tarea. Ha sido sin duda la primera víctima del malhadado acuerdo de paz.
La institucionalidad emergente del convenio con Timochenko y sus congéneres estableció un cogobierno de hecho que está sustituyendo la que prevalecía, logrando reducirla a la triste exposición de sus miserias éticas y funcionales. Las concesiones de La Habana provocaron el decaimiento de la separación de poderes, el sometimiento de la justicia y del Legislativo al capricho del Ejecutivo, cercenaron la voluntad del constituyente primario y desarticularon la totalidad del andamiaje institucional. La inseguridad ciudadana amenaza impunemente y cunde un acentuado pesimismo que tiende a paralizar la vida cotidiana.
Los recursos se desviaron a la tarea de aclimatar semejante despropósito. El sector productivo, la economía familiar, la prestación de la salud y la calidad de la educación vieron decrecer sus metas y prestaciones y se vieron compelidos a escenarios de crisis que no logran superar.
La permisividad es hoy la norma y la culpable del desbarajuste social que padecemos. Es el agente del orden el que le teme a la delincuencia y el juez el que sucumbe ante el forajido. Hay un diseño de sociedad en juego, cuyo desenlace determinará la cohesión social y la proyección de un escenario social en el que Colombia se juega su futuro.
La polarización es obra de los arquitectos de este desastre. El 11 de marzo es fecha propicia para comenzar a desatarla. Las mayorías parlamentarias y la escogencia del candidato de la derecha indicarán el rumbo del país en los próximos decenios. El castrochavismo no es un invento ni un infundio para atemorizar calentanos. Es la apuesta hacia el derrumbe de la democracia. Con Ordóñez lo impediremos mejor.