Los acontecimientos del martes pasado en Venezuela permiten claridad y optimismo sobre la continuidad del proceso de restablecimiento de la democracia en el hermano país. La liberación de Leopoldo López enmudeció a Maduro, sacudió a su séquito, expuso las fisuras del régimen y señaló la naturaleza de la acción política de la oposición liderada por el presidente Juan Guadió.
El socialismo del siglo 21 degeneró en un gobierno de talante mafioso que ha desencadenado la más severa crisis humanitaria que se recuerde en el hemisferio. Su supervivencia se funda en la sumisión a los intereses políticos y económicos de Rusia, China, Cuba, Irán y Turquía, en las garantías que le ofrecen organizaciones terroristas como Hezbolá y el Estado Islámico y en el control de su territorio y de sus fronteras por parte del Eln y las disidencias de las Farc. Abdicó la soberanía para tratar de garantizar su continuidad, entregó sus recursos naturales a potencias extranjeras y organizaciones criminales y pretende someter a su pueblo con instrumentos de represión violatorios de los más elementales derechos humanos.
El gobierno de Maduro encarna el mayor peligro para la vida de los venezolanos y el más importante reto a la seguridad hemisférica. Los intereses diversos pero coincidentes de las potencias asiáticas en el apoyo al dictador significan un desafío geopolítico que busca convertir a la región en un escenario de confrontación internacional de impredecibles consecuencias. Podría reproducir en América escenarios que hoy se viven en Siria y la región circunvecina, de no ser abordada y resuelta pacífica y rápidamente. No contribuyen a ello las falsas alarmas activadas por los gobiernos y organizaciones políticas afiliadas al Foro de Sao Paulo sobre una intervención militar que solamente beneficiaría a esa hermandad de izquierda, hoy debilitada por el fracaso de los regímenes socialistas en el continente.
La “Operación Libertad” proseguirá cada día con mayor respaldo popular y más aguda división gubernamental Es la expresión de la voluntad del pueblo de recuperar su democracia, su libertad y su destino, que debe ser fruto de su esfuerzo y respetuosa de su independencia y autonomía. La solución se halla en las normas constitucionales del hermano país, cuya aplicación le confiere legitimidad incontestable.
Cualquiera de las dos disposiciones constitucionales aplicables permitiría la transición hacia la democracia. La tarea de los gobiernos que reconocen a Guadió, del Secretario General de la OEA y de sus Estados miembros, es acompañar la instalación de un gobierno de transición que recobre democracia y esperanza para el pueblo venezolano. Colombia es el país más amenazado en el evento de un conflicto internacional y, por ello, el más interesado en una solución legitima. Así deben entenderlo hasta los partidos de oposición.