“Ese país en ruinas y amenazante es algo excesivo”
El comandante Chávez amenazó a EE.UU. con cortarle el suministro de petróleo al principio de su gobierno. Afirmó que ellos les vendían alrededor del 14% del consumo y harían bien en no entrometerse en los asuntos internos de Venezuela. El entonces gobierno de Bush enfrentado además a los estados árabes, que a su turno utilizaban ese recurso energético para impulsar sus intereses, decidió catalogar ese asunto como prioridad de defensa nacional. Acudió al sector privado y a las innovaciones tecnológicas como el “fracking” para defender la soberanía de su país. Pocos años después no solo lo lograban, sino que se volvían exportadores masivos de petróleo y de gas. La seguridad nacional había así logrado, de pasada, romper con la imposición de precios de los países petroleros de la Opep sobre ese recurso vital. La Opep que dictaba desde los años setenta la política mundial del producto, ahora es un actor importante pero no decisivo en ese proceso en el que compiten Rusia y EE.UU. por fuera de la Opep.
Con ese logro el precio del petróleo cayó por sobre oferta y Venezuela, que había hecho con frescura la amenaza, sufrió una crisis sin precedentes. Ya muerto Chávez, su sucesor el gobierno de Maduro olvidó las consecuencias de la amenaza verbal y atribuyó la caída del precio del petróleo a una confabulación contra su gobierno. Para él, la ley de la oferta y la demanda no es una mano invisible que rige a la economía sino una conspiración. Y esa concepción que ya fracasó en la URSS, sigue ahora fracasando en Venezuela.
Es evidente que Washington lleva casi dos décadas tratando de romper su dependencia petrolera con el objeto de no perder importancia política en el mundo. Y ese propósito no ha cesado. Mientras que Venezuela no invirtió en mejorar la base de su industria extractiva, al punto que hoy apenas puede extraer algo así como la mitad del petróleo de la cantidad de hace tres lustros. Ahora es Venezuela la amenazada, la que no sabe qué cosa hacer si EE.UU. decide cesar la compra de ese casi su único producto exportable. Al ser un país mono dependiente (parece frase de zoológico, pero así es el argot económico) está inerme, se quedó sin amenazas. En la época de abundancia no previó lo que pasaría ahora en las malas, en las pésimas. La mono dependencia abarca también a la muy mediocre oposición, y es el legado del facilismo del oro negro que mató la industria y el agro nacional.
Ahora el Departamento de Estado de EE.UU. ha dicho que apoyará un golpe de estado en Venezuela, es decir que no juzgará a los militares que lo lleven a cabo. Creo que eso puede en efecto ocurrir. Y desde ese punto de vista no permitirán que Venezuela se vuelva otra anacrónica Cuba. Por mucho que EE.UU. este en retirada mundial, una Venezuela en ruinas y amenazante es algo excesivo, incluso para Trump.