Los auto-denominados voceros de la lucha anticorrupción son los aliados del gobierno más corrupto de la historia de Colombia, por lo menos en lo que a la percepción de los ciudadanos se refiere. Salen a rasgarse las vestiduras, a señalar con el dedo hirsuto cuando están ante los medios de comunicación, pero en el Congreso están aliados. No les importa votar con los que señalan de corruptos, no les importa acompañar al gobierno. A los anti-corruptos les sirven los corruptos, cuando están con su causa.
La corrupción se inicia con la moral laxa. Moral laxa es considerar que hay delitos que no son tan graves. Moral laxa es ponerse por encima de la ley para poder decidir que hay que cumplir y que no. Moral laxa es servirse de los que se consideran corruptos, para avanzar con las causas que convienen. Esos son los principios con los que proceden lo que hoy posan de defensores de la moral pública. En palabras de profesor Mockus; todo vale. Vamos a analizarlo: para ellos los crímenes de las Farc no son graves, o son, pero no tienen que ser sancionados. Para ellos los crímenes de los paramilitares son atroces, los de las Farc son un poco menos malos. Para ellos 7 años de cárcel para un paramilitar es un absurdo por lo poco, pero pedir un día de cárcel para los criminales de las Farc es también absurdo. Se quejan de la corrupción de Santos pero los miembros de su partido disfrutan de las gabelas, reparten la mermelada, pero al parecer ellos tienen guantes porque no se ensucian.
Sorprende que cometen en forma de pecado mortal, los pecados veniales que le achacan al gobierno de Uribe. Cuando tienen el Sena la contratación es irregular, remplazan los funcionarios que salen con los parientes, y usan la institución para apalancar su proyecto político y no para servirle a los colombianos. Y si una furiosa antiuribista los denuncia, la declaran insubsistente. Se supone que la Yidis-política entregó dos notarias para dizque comprar un voto que permitiera, no alargar el periodo presidencial, no dar beneficios a criminales; sino para que el Presidente pudiera poner en consideración su nombre para que en elecciones los colombianos decidieran si querían reelegirlo o no. Pero no se quejan, ni una sílaba, cuando los puestos, el presupuesto y las instituciones se les regalan a la luz del día, con conocimiento de todos, a los congresistas para que voten las causas de la paz. Lo ocurrido con Fonade, CaféSalud, ICBF, Caprecom… todo se vale, porque es la paz, la que está en juego.
Voceros anticorrupción llenos de investigaciones, algunos -la más vehemente- hasta con sanción fiscal. Pero ellos desde su pedestal consideran que las investigaciones contra ellos son una especie de persecución, y las investigaciones contra los otros, en cambio, son la prueba de su deshonestidad.
Colombia tiene que evaluar muy bien por quién va a votar en las elecciones presidenciales. El abanico hoy muestra un empate general, que puede ser sinónimo de que aun no hay interés en la contienda. Pero los candidatos, lo que ofrecen, representan y harán por Colombia son muy distintos. Se pueden decir muchas cosas, pero solo la coherencia es una señal inequívoca.