Crítica breve a "Don Juan Tenorio" de José Zorrilla | El Nuevo Siglo
LA OBRA "Don Juan Tenorio", de José Zorrilla, es sin duda una de las más importantes de la literatura y la poética dramática. / Foto tomada de https://www.casadellibro.com.co
Viernes, 21 de Junio de 2024
Camilo Noguera Pardo*

En este trabajo realizo un análisis crítico, en el cual reflexiono acerca de las distintas cuestiones de poética dramática que aparecen en la obra de teatro de José Zorrilla titulada "Don Juan Tenorio". Para la crítica me sirvo de la siguiente metodología: primero, identifico motivos literarios propios de la Edad de Oro; segundo, investigo elementos de la "Poética" de Aristóteles y de "El nacimiento de la Tragedia", de Nietzsche.

Sin embargo, por cuestiones de espacio no analizo todas las cuestiones referentes a la preceptiva de la tragedia y a la tragicomedia que puedan estar presentes en los textos anteriormente citados. De ahí que elija tan solo algunos elementos por considerar. Estos, a su vez, los divido en elementos de forma y de fondo. De la forma reviso tres motivos literarios de la época áurea, los cuales justifico con pasajes concretos de la obra de Zorrilla: el Memento mori (Recuerda que has de morir), el Igni amoris (El fuego del amor) y el Contemptus mundi (Desprecio del mundo). Del fondo señalo la peripecia y el reconocimiento aristotélicos, que cotejo con ejemplos puntuales de la obra y algunas breves notas respecto de lo trágico y de lo doloroso que cotejo con "El nacimiento de la Tragedia", de Nietzsche.

En consecuencia, empiezo con la forma. El Memento mori aparece, de manera manifiesta, al final de la obra, en que Don Juan comprende que le llega su muerte y clama por su salvación: “Aparta, piedra fingida/Suelta, suéltame esa mano/que aún queda el último grano/en el reloj de mi vida/Suéltala, que si es verdad/que un punto de contrición/da a un alma la salvación/de toda una eternidad/yo, Santo Dios, creo en Ti” (Zorrilla, 176).

De otra parte, el Igni amoris se presenta en Inés y en Don Juan en diferentes momentos de la obra. Con todo, anexo uno de los pasajes más explícitos, en que Inés siente el fuego del amor interior que le quema y hace perder la razón: “Huyamos de ese hombre/tras de cuyo solo nombre/se me escapa el corazón (…) ¿Qué le amo, dices? Pues bien/si esto es amar, sí, le amo;/pero yo sé que me infamo/con esa pasión también” (Zorrilla, 104).

El Contemptus mundi se identifica en los siguientes versos, en los que se desprecia el mundo efímero y exterior y, en cambio, se insta al comportamiento virtuoso que, en este caso, acontece en el monasterio. Versos que muestran la apetencia por la soledad de los claustros y su santidad:

“Dichosa, mil veces vos/Dichosa, sí, doña Inés/que no conociendo el mundo/no le debéis de temer/Dichosa vos, que del claustro/al pisar en el dintel/no os volveréis a mirar/lo que tras vos dejaréis/Y los mundanos recuerdos/del bullicio y del placer/no os turbarán tentadores/del ara sana a los pies/pues ignorando lo que hay/tras esa pared/ lo que tras ella se queda/ jamás apeteceréis” (Zorrilla, 77). 

El fondo

Del fondo reviso la peripecia y el reconocimiento. Esto porque ambos elementos hacen que los argumentos sean simples o complejos y, por ende, permiten catalogar la obra con más justicia teórica. Don Juan Tenorio es una tragedia compleja, de argumentos complejos y acciones complejas: “acción compleja es aquella en la que el cambio va acompañado de reconocimiento, de peripecia o de ambas” (Aristóteles, 59). Pues bien, en "Don Juan Tenorio" acontecen ambos elementos, esto es, la peripecia y el reconocimiento. A continuación, muestro un ejemplo de acción compleja, en el que ambos emergen. Es la última parte de la obra, en que Don Juan Tenorio cambia sus acciones (peripecia) y pasa de la ignorancia al conocimiento (reconocimiento) que en este caso concreto significa pasar de la obscuridad del vicio al clamor celestial: “Clemente Dios, gloria a Ti/ Mañana a los sevillanos/aterrará el creer que a manos/de mis víctimas caí/Mas es justo: quede aquí el universo notorio/que, pues me abre el purgatorio/un punto de penitencia, es el Dios de la clemencia/el Dios de Don Juan Tenorio” (Zorrilla, 179).

Por último, escribo una brevísima reflexión sobre lo trágico y lo doloroso, desde la lectura de Nietzsche, en correlación con la obra "Don Juan Tenorio". La obra de Zorrilla muestra dos psicologías, la de Don Luis y la de Don Juan, que están encantadas con el vicio. La fascinación de ambos señores por lo vicioso es tal que hacen una apuesta viciosa: “... y vinimos a apostar/quién de ambos sabría obrar/peor, con mejor fortuna” (Zorrilla, 31). Se apuesta la conquista de una larga lista de vicios, en terminología medieval, o de antivalores, en terminología contemporánea. Empero, es justamente lo trágico y lo doloroso lo que desemboca en la verdadera transformación de Don Juan: del vicio despierta la virtud; virtud amorosa, en el caso de Inés, y virtud menesterosa, en el caso de Don Juan. Y he aquí cómo se cumple el valor de lo trágico enunciado por Nietzsche, como la verdadera fragua de los sentimientos humanos.

Muestra Nietzsche que el sufrimiento es honesto, y que cuando esta verdad mora en el arte, en este caso en la tragedia, se conquista una belleza trágica verdadera, por la cual las pasiones se elevan hacia lo mejor. Ya lo decía Wilde en ese referente ético por antonomasia escrito en la cárcel, De profundis: “Detrás de la risa y la alegría puede haber un temperamento insensible, vulgar y endurecido. En cambio, detrás del dolor siempre hay dolor. El sufrimiento, a diferencia del placer, no lleva máscara” (Wilde, 173). En resumen, lo trágico y lo doloroso tienen una relación especial con el arte y con la vida, pues se adivinan como una emoción superior de los hombres.

*La versión original de este artículo se publicó en la "Revista Colombiana de Estudios Hispánicos", Vol. 2 N.º 4. Enero-junio 2020. Este artículo es una versión abreviada del original.