En el avance de este “deleite rítmico”, viene el declino de Cervantes por hipertermia el 23-04-1616. Después, de haber regreso de Lepanto a España y haber sido cautivo por cinco años, y luego rescatado, para, después, ser dos veces encarcelado por causas accidentales no comprobadas y desgracias familiares.
Se escribió a su muerte: “Murió grande y cristiano…” murió pobre. Ignorado y solitario y en triste fosa común se han perdido sus despojos”. Paz y reverencia a su tumba; gloria en las letras, no solo hispanas sino universales. “El viaje al Parnaso”, “La Galatea”. “Los Entremeses”, son novelas ejemplares que rodean el creado estético del bien llamado autor de la más famosa novela de todos los tiempos.
Entre centenares de apuntes lapidarios consignados en estilo cervantino del “El Quijote”, es rescatar su aguda respuesta cuando le comentaron las críticas que sus no afectos le hacían, y responde: “Ladran, luego cabalgamos”.
Pasamos a quien es grande por su santidad y sus reflexiones místicas quien sale a nuestro paso con su vida y escritos: San Juan de la Cruz (1542-1591). Fue cofundador, con Santa Teresa de Ávila, de los Carmelitas descalzos, mecenas, posteriormente, en doctrina y lengua hispana, del gran San Juan Pablo II. Escribió esa cumbre de literatura y mística que tituló: “La noche oscura del alma”, y sus posteriores comentarios, qué resume al decir: “Nuestro corazón tiene capacidad infinita, por eso no se llena con menos que con Dios”. El símbolo de “la noche” es modo de “desnudez espiritual”, en que designa el despojo del alma, para ser revestida del “hombre nuevo”, en términos de Paulinos (Ef. 4,20-24). Es grande el número de Cartas de este Santo y literato, con explanación de temas mencionados, con intensas vivencias religiosas por pocos superadas.
Al lado de S. Juan de la Cruz están figuras como Fray Luis de Granada (1504 a 1588), con obras como “Vida de Jesucristo”, e introducción al “Símbolo de la fe”, que hermanó con libros relacionados con la naturaleza. Todos estos escritores de tinte religioso con acercamiento al libro de la naturaleza, obra de Dios, y con esa alma extraordinaria de Santa Teresa de Ávila que reclama reflexión aparte.
En este momento comienzo a traer las deleitables vidas y letras de extraordinarias mujeres, para que nos aporten, con su vivir y escritos, y como exquisito fruto de sus selectas almas. Una de ellas con altura literaria. De un Cervantes otras de singular brillo un vivir sencillo y en su evangélico obrar con repercusiones en los diversos continentes.
Santa Teresa de Jesús, la grande, o Teresa Sánchez Cepeda y Ahumada (1515 a 1582), la primera; Santa Teresa Martín de Lisieux o Teresita de Niño Jesús (1873 a 1897). Luego la Madre Teresa de Calcuta, nacida en Albania (1910-1997), con proyección mundial de su comunidad fundada en la India. Allí, luego, la Madre Francisca Josefa del Castillo (1671 a 1742), nacida y muerta en Tunja, en el Nuevo Reino de Granada. (Continuará)
*Obispo Emérito de Garzón
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