Perspectiva. Los sonidos mágicos de Manuel en el Conservatorio | El Nuevo Siglo
Manuel Jerónimo Medina sueña con ser director de orquesta.
Alejandro Avendaño
Domingo, 6 de Noviembre de 2022
Redacción Cultura

Manuel Jerónimo Medina es considerado un genio de la música. Con tan solo 13 años es capaz de tocar el violín, el teclado, el clarinete y la guitarra, además de estudiar noveno grado de bachillerato en el colegio Manuela Beltrán, ubicado en Chapinero Occidental.

Su talento le ha permitido formar parte del Conservatorio de Música de la Universidad Nacional y de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Su historia con la melodía empezó cuando tenía cuatro años y desde entonces estar cerca del violín o de algún otro instrumento ha sido su mayor fortaleza.

Manuel vive con su madre, Zulma Medina Rodríguez, en una humilde vivienda ubicada en el barrio Samper Mendoza, cerca del colegio y del Conservatorio. Aunque este jovencito tiene el síndrome de Asperger, que no es más que un trastorno del espectro autista que suele ser muy leve, eso no lo ha alejado de la música y mucho menos del violín. Al contrario, es lo que le ha permitido expresar sus sentimientos y emociones así como relacionarse con el entorno.

Quienes lo escuchan tocar el instrumento saben que no es un talento cualquiera, sino que se trata de un don especial. "Verlo tocar me hace la mamá más feliz del mundo", cuenta Zulma Medina, una madre soltera que pulso a pulso, con esfuerzo y tesón, ha sacado adelante a su hijo y lo ha acompañado en cada uno de sus sueños, con la paciencia y el amor que solo las madres tienen.

“Para mí es una oportunidad de vida y también de expresar lo que siento a través de los instrumentos. Sé que a través de ellos puedo mejorar mi desarrollo emocional y social, que a veces no comparto con las personas de la manera que quisiera. Entonces me desahogo con el violín”, cuenta Manuel, mientras toca el piano de una manera didáctica, con sentimiento y legítima.

Los inicios de este niño genio no fueron tan fáciles. Cuenta que a su madre le costó mucho esfuerzo ubicarlo en un colegio cuando era más pequeño.

“Al principio fue un poco tedioso el hecho de que mi mamá tenía que cambiarme de colegio porque las profesoras le decían que yo no dejaba dar la clase, que era muy hiperactivo, inquieto. Claro, lo que no sabíamos era que yo tenía Asperger en ese momento”, relata Manuel.

El Asperger es un síndrome al que se le atribuyen capacidades excepcionales. Se ha mencionado que las personas que lo tienen pueden acumular cantidades enormes de datos, hablar numerosos idiomas, resolver problemas o conseguir una increíble concentración en los temas que les atraen, como es el caso de Manuel.

“Es muy inteligente, aprende muy rápido, es muy hábil para la historia, lee mucho y desde que tenía como 10 años se aprendió toda la tabla periódica de química; es un experto en matemática y en la música ni se diga. Estoy muy orgullosa de él”, expresa Zulma, quien está segura de que su hijo puede llegar muy lejos con esas habilidades.

Y es que en el mundo hay hombres y mujeres que se convierten en estupendos profesores de matemáticas, química o arte, capaces de trasladar a sus estudiantes la pasión por estas materias, y también hay genios superdotados en áreas concretas, como Thomas Edison, Albert Einstein, Alan Turing, Isaac Newton y otros grandes nombres de la historia a los que se les relaciona con el Asperger.



El violín, su forma de expresión

Las habilidades de Manuel se fueron mostrando cuando pisaba los cinco años, edad en la que tuvo su primer contacto con el violín. “Lo vi y me enamoré del instrumento, del mundo de la música y cada día me gusta descubrir más cosas. Eso me permite relacionarme y ser cada día mejor. Los profesores empezaron a enseñarme un poco más, supe de las escalas, de las notas, de todo lo concerniente al violín y cuando tenía ya seis años mi mamá me llevó a las audiciones del Conservatorio de la Nacional. Recuerdo que participaron muchos niños de todo el país y solo pasaron cinco, entre ellos yo”, relata.

En ese momento se le abrieron las posibilidades a Manuel, quien se interesó más por la gramática musical, comenzó a profundizar en las técnicas y a dedicar más tiempo a los ensayos, sin descuidar sus estudios en el colegio Manuela Beltrán, donde también al ver sus habilidades musicales lo enviaron a la Orquesta Filarmónica de Bogotá, entidad que lo ha llevado a los escenarios del Teatro Julio Mario Santo Domingo, Jorge Eliécer Gaitán, la Virgilio Barco, entre otros.

“Es un gran orgullo el que siento cuando participo en un concierto de esos, escuchar los aplausos me emociona mucho más. Esta pasión que siento por la música, por los instrumentos, llena mi vida. Es algo que llevo por dentro y que siento la necesidad de compartir”, relata el joven que toca con pasión las notas de Vivaldi, Beethoven, Strauss, entre otros, tanto así que en su cuarto tiene los libros de estas grandes personalidades de la clásica.

El camino para Manuel y su madre ha sido un tanto espinoso. Ella es quien se encarga de llevarlo y buscarlo al colegio en las mañanas, luego por las tardes los dos van y vienen de los ensayos, incluyendo los sábados.

“Estamos solos en esta ciudad, yo trabajo con lo que salga, siempre y cuando sea un trabajo honrado. Hace unos años perdí mi casa en un derrumbe en el sur de Bogotá y por eso nos vinimos a Chapinero, porque aquí todo me queda cerca para poder llevarlo y traerlo. A su edad y con la condición que tiene no puede andar solo. Ha sido difícil, pero para mí ha sido un camino de mucho orgullo; ver que es un niño excepcional me hace la mamá más feliz del mundo”, dice Zulma con un suspiro.

Llega el domingo y la mayoría de las familias la pasan descansando; Manuel, en cambio, lo disfruta trabajando. El jovencito se las ingenió para dar clases ese día a otro niño que vive en California, Estados Unidos, vía online.

“Le enseño el método Suzuki, que es para personas principiantes (consiste en que los estudiantes aprenden conceptos y habilidades musicales en el contexto de la música, en vez de practicar ejercicios técnicos). Ya llevo dos años enseñándolo y con lo que me pagan he podido comprar los instrumentos y ayudar a mi mamá”, manifiesta con una sonrisa Manuel, a quien, pese a su corta edad, solo le falta un semestre en el conservatorio para obtener el básico y así pasar al nivel profesional.

Él sabe que con esmero y disciplina puede llegar muy lejos. Por ahora, está consciente de que su esfuerzo y el de su mamá han valido la pena. En dos años se graduará de bachiller y en unos meses podrá obtener una beca para iniciar su camino a la profesionalización y cumplir su sueño de ser director de orquesta y, con el talento que posee y la disciplina que ha forjado, quizás se convierta en uno de los más grandes de Colombia.